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lunes, 12 de diciembre de 2011

SAN BARTOLOMÉ APÓSTOL , NATANAEL APÓSTOL


SAN BARTOLOMÉ

San Bartolome
Pintura de Michelangelo Buonarroti

Dice Benedicto XVI sobre este apóstol:  ..." Su nombre es claramente un patronímico, porque hace referencia explícita al nombre de su padre. De hecho, se trata de un nombre probable huella aramea, bar Talmay, que significa: "hijo de Talmay"

No tenemos noticias relevantes (continúa diciendo Benedicto XVI) de Bartolomé.

....Tradicionalmente, sin embargo, es identificado con Natanael: un nombre que significa: "Dios ha dado". Este  Natanael provenía de Caná  y, por tanto, es probable que hubiera sido testigo de la gran <<señal>> realizada por Jesús en ese lugar.

La identificación de los dos personajes se debe probablemente al hecho de que este Natanael, en la escena de la vocación narrada por el Evangelio de Juan, aparece colocado al lado de Felipe, es decir, en el puesto que tiene Bartolomé en las listas de los apóstoles transmitidas por los demás Evangelios.

A este Natanael fue a quien Felipe le comunicó que había encontrado <<a aquel del que escribió Moisés en la ley, y los profetas: Jesús, hijo de José, el de Nazaret>>.  Como sabemos, Natanael le contestó con un prejuicio bastante duro: <<¿De Nazaret puede haber algo bueno?>>. Esta contestación es importante para nosotros. Y es que nos hace ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía proceder de un pueblo tan oscuro como Nazaret. Al mismo tiempo, sin embargo, pone en evidencia la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas apareciendo precisamente donde no lo esperábamos. Por otra parte, sabemos que Jesús en realidad no era solo << de Nazaret>>, sino que había nacido en Belén y que en última instancia procedía del cielo, del Padre que está en los cielos.

El caso de Natanael nos sugiere otra reflexión: en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos solo con las palabras. Felipe, en su contestación, le hace a Natanael una significativa invitación: <<ver a ver>.. Nuestro conocimiento de Jesús sobre todo necesita de la experiencia viva: el testimonio de los demás es sin duda importante, ya que normalmente toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que llega a nosotros por obra de uno o varios testigos. Pero luego debemos ser nosotros mismos quienes nos impliquemos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús; de manera semejante, los samaritanos, después de haber oído el testimonio de la conciudadana con la que Jesús se había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con Él y, tras esta conversación, le dijeron a la mujer:<< Ya no creemos porque lo decías tú, pues nosotros mismos hemos oído, y sabemos que Él es verdaderamente el  Salvador del mundo>>.

Volviendo a la escena e la vocación, el Evangelista nos dice, que cuando Jesús vio a Natanael acercarse, exclamó: <<Mira, un israelita verdaderamente sin dolo>>,....pero que despierta la curiosidad de Natanael, quien replica con estupor:<<¿De dónde me conoces?>>. La respuesta de Jesús no se comprende de forma inmediata. Dice: <<Antes que Felipe te llamara, te vi cuando estabas bajo la higuera>>. No sabemos que había sucedido bajo esta higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael. Él se siente tocado en su corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y entiende: este hombre sabe todo de mí, Él sabe y conoce el camino de la vida, puedo realmente confiarme a este hombre. Y así responde con una confesión de fe limpia y bella, diciendo: << Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel>>. 

En ella hay un primer e importante paso en el camino de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael ponen en evidencia un doble y complementario aspecto de la identidad de Jesús: Él es reconocido no solo en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo Unigénito, sino también en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificativo propio del esperado Mesías.

Nunca debemos perder de vista ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solo la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de hacer de él un ser etéreo y evanescente, y si, por el contrario, reconocemos solo su lugar concreto en la historia, dejamos de lado la dimensión divina que propiamente le define.

Sobre la posterior actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos noticias concretas. Según una información referida por el historiador Eusebio del siglo IV, cierto Panteno encontró señales de la presencia de Bartolomé ni más ni menos que en la India. En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso el relato de su muerte por despellejamiento, que luego se hizo popular. Piénsese en la conocidísima escena del Juicio Universal de la Capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a san Bartolomé sujetando con la mano izquierda su propia piel, sobre la cual el artista dejó su autorretrato.

Sus reliquias son veneradas en Roma, en la Iglesia dedicada a él en la Isla Tiberina, donde habrían sido traídas por el emperador alemán Otón II en el año 983. 

Para concluir, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de información relativas a él, nos dice que la adhesión a Jesús puede ser vivida y testimoniada incluso sin llevar a cabo obras fundamentales. Extraordinario es y sigue siendo Jesús, a quien cada uno de nosotros estamos llamados a consagrar nuestra vida y nuestra muerte.

(Audiencia general, 4 de octubre de 2006, plaza de San Pedro)

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