LA VIDA DE LOS SANTOS APÓSTOLES

 

SANTORAL CRISTIANO

LA VIDA DE LOS SANTOS

A lo largo de esta página encontrarás la vida de muchos hombres que han sido elevados a la santidad pública. Ya que como cristianos somos llamados todos a vivir el camino de la santidad, no sólo aquéllos que han realizado una vida pública y cumplido con los distintos requisitos para poder ubicarlos en el Santoral diario cristiano, o lo que se llama el Panteón Cristiano, son los únicos "Santos". Santidad no implica "perfección". La perfección sólo le pertenece a Dios. Los hombres y mujeres somos llamados al camino de la santidad. Y hacia ella caminamos a pesar de nuestros pecados cada vez que al caernos nos levantamos.  Caminar en santidad, es caminar cumpliendo el más importante y el último de los mandamientos que Cristo nos dejó: Amarás a tu prójimo como yo te he Amado. Es decir, entregarás tu vida por amor a los demás, dentro de los límites de cada uno. Alcanzar la plenitud de la santidad es haber logrado hacerlo. 

Los espero para compartir muchas historias conocidas y otras tantas no.

Desde ya que Dios los bendiga en este caminar hacia Él, camino es de santidad. Amén.

LOS SANTOS APÓSTOLES

 LA ÚLTIMA CENA
Pintura - EL GRECO


Cómo este blog, así como Los brazos abiertos del Padre en www.bettinagalo.com tiene que ver con mi propia experiencia de vivir aprendiendo a conocer a Jesús, Cristo, y todo lo que desde Él tiene que ver con poder alcanzar un conocimiento íntimo y personal con Él, es que creí necesario, que para poder hablar de la vida de santidad y conocer a algunos de los miles de seres que han alcanzado la meta y son conocidos muchos y otros no tanto por nosotros como Los Santos (incluyendo a Santas y Santos), dar comienzo con los Santos Apóstoles. 

Y para ello, elegí, de entre mucho material al alcance de mis manos, este libro de Benedicto XVI, Los Apóstoles y los primeros discípulos de Cristo, y compartiendo en mi interior y con mi razón que las palabras aquí dichas y escritas por él, nos ayudan a poder acercarnos a una realidad que es Jesús y el Reino, y cómo quiere que obremos aquéllos que creemos en él y a él, pensé comenzar por la vida de los Doce, y transcribir las palabras de Benedicto XVI, porque, y sin porque, son no sólo de un mayor conocimiento que el que yo pueda seleccionar y dar, sino, que además, nos permiten ver y visualizar la realidad con la que Cristo vivió y Vive hoy y desea vivamos nosotros.

Así me embarco en esta nueva aventura, que es tener la posibilidad de aprender de cada uno de ellos y luego de muchos otros cómo es el Caminar en Cristo. Y por eso, cómo es el camino a la santidad.

Mi asombro al comenzar a transitar este camino, es que en los Santos, y en sus vidas, hay mucho de Leyenda, interpretase, mucho de lectura escrita sobre sus vidas que forman parte más de la mística, que de la realidad de cómo eran y cómo vivieron a Jesús (aquéllos que caminaron junto a Él), y luego aquéllos que su relación es con el Cristo Resucitado a muchos cientos, miles de años de aquél Grandioso y Misterioso Día en que Jesús murió y Resucitó.

Y mi asombro fue para maravillarme, porque, si bien, su Sí a Cristo y al Padre es en una gran entrega a los otros en su afán de transmitir ese amor que reciben de Cristo y por Él del Padre, son y fueron seres de carne y hueso, con defectos y virtudes, con caídas y vuelta a levantarse, con errores y aciertos, con malhumores y con alegrías; en fin, seres "no perfectos", sino humanos, como tú y cómo yo, que en lo que tal vez se diferencian  (tal vez sí y tal vez no) contigo y conmigo, es en la decisión de su Sí, y de la necesidad de permitir que a través de su hacer, pensar, decir, se desborde sobre todo lo creado y los hombres especialmente ese Amor infinito del Padre y de Cristo. Y que así es como sólo se puede dar a conocer el Reino de Dios que ya ha llegado a la tierra y del que tenemos la posibilidad de ser parte, sí, así lo anhelamos y decidimos.

Estos seres -Los Doce- como luego y antes caminaron y alcanzaron la santidad otros muchos, me enseñaron, que lo que tengo que aprender a ver, es que yo, y tú, sin Dios no podemos nada. Que sin Él, fuente de vida eterna, y por tanto de toda vida creada, no podremos alcanzar la vida plena. Y que no es queriendo alcanzar "la perfección" o bien "el cumplir con todos los mandamientos que Dios nos diera a través de Moisés", sino, que es pudiendo vivir el último mandamiento, que es el que en realidad resume la totalidad de los 10 primeros y concluye en un nacimiento nuevo:  "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros." (Evangelio según San Juan capítulo 13, versículos 34-35.

Demos comienzo entonces con Los Doce.

..."Y la señal más clara de la intención del Nazareno de reunir a la comunidad de la alianza, porque en ella se cumplían las promesas hechas al Padre, que hablan siempre de llamamiento, de unificación y de unidad, es sin duda la institución de los Doce. Ya hemos oído lo que nos dice el Evangelio de esta institución de los  Doce. Leo otra vez la parte central: "Y subió al monte y convocó a los que quiso él, y se le acercaron. E instituyó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar los demonios. E instituyó los Doce.... Extraído atrevidamente pero conscientemente del libro LOS APÓSTOLES y los primeros discípulos de Cristo, de Benedicto XVI.

Y continua diciendo: " En el lugar de la revelación, "el monte", Jesús, con una iniciativa que pone de manifiesto una absoluta conciencia y determinación, instituye a los Doce para que sean con él testigos y anunciadores de la llegada del reino de Dios. No hay dudas sobre la historicidad de esta llamada, no solo por la antigüedad  y multiplicidad de los testimonios, sino también por la sencilla razón de que allí aparece el nombre de Judas, el apóstol traidor, a pesar de los problemas que esta presencia podía suponer para la comunidad naciente. El número doce, que evidentemente hace referencia a las doce tribus de Israel, revela ya el significado de acción profético-simbólica que está implícito en la nueva iniciativa de refundar el pueblo santo. Una vez que con el paso del tiempo se había erosionado el sistema de las doce tribus, Israel esperaba su reconstrucción como una señal de la llegada del tiempo escatológico (piénsese en la conclusión del libro de Ezequiel. Al elegir a los Doce, introduciéndoles en una comunión de vida consigo mismo y haciéndoles partícipes de su misión de anuncio del reino con palabras y obras, Jesús desea comunicar que ha llegado el tiempo definitivo en el que se constituye de nuevo el pueblo de Dios, el pueblo de las doce tribus, que ahora se convierte en un pueblo universal, en su Iglesia.   Con su propia existencia, los Doce -procedentes de diferentes lugares- se convierten en una señal para que todo Israel se convierta y se una a la nueva alianza, como pleno y perfecto cumplimiento de la antigua. El hecho de confiarles en la cena, antes de la Pasión, la tarea de celebrar su conmemoración, muestra cómo Jesús quiso transferir a toda la comunidad en la persona de sus cabecillas el mandato de ser, en la historia, señal e instrumento del encuentro escatológico iniciado con él. En cierto sentido se podría decir que la Última Cena es el acto fundacional de la Iglesia, porque Él se entrega a sí mismo y crea de este modo una comunidad nueva, una comunidad unida en la comunión consigo mismo. Esto así, se entiende por qué el Resucitado les confiere - con la efusión del Espíritu- el poder de perdonar los pecados. Los doce apóstoles se convierten en la señal más evidente de la voluntad de Jesús en lo relacionado con la existencia y con la misión de su Iglesia, la garantía de que entre Cristo y la Iglesia no hay ninguna oposición: son inseparables, a pesar de los pecados de los hombres que integran la Iglesia. Es, por tanto, completamente contrario a la intención de Cristo el eslogan que estuvo de moda hace algunos años: "Jesús sí, Iglesia no". Este Jesús individualista es un Jesús de mentira. No podemos entender a Jesús sin la realidad que Él creó y a través de la cual se comunica. Entre el Hijo de Dios hecho carne y su Iglesia hay una profunda, irrompible y misteriosa continuidad, por cuya fuerza Cristo está presente hoy en su pueblo. Es contemporáneo nuestro, es contemporáneo a través de la Iglesia construida sobre los cimientos de los apóstoles, está vivo en la herencia de los apóstoles. Y esta presencia suya en la comunidad, en la cual Él mismo se entrega a nosotros, es motivo de gozo. Sí, Cristo está con nosotros, el reino de Cristo ha llegado. (Audiencia general, 15 de marzo de 2006, plaza de San Pedro)."

SAN PEDRO APÓSTOL          y                           SAN ANDRÉS APÓSTOL



" Bordeando el mar de Galilea vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: "Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron."

Para hablar de ellos hay que poder escoger de algún lugar. Acerca del Santoral Cristiano, hay muchos autores que han escrito sobre Pedro y Andrés. Aparecerán en mi página la posibilidad de acceder a todo ese conocimiento que sumará al que yo quiero poder compartir con todos los que accedan a esta página.

Así que como en otros casos y dado que yo no soy una estudiosa Teológica, voy a dar paso a quién desde mi sentir puede ayudarnos a ver a estos dos discípulos de Cristo desde un lugar diferente.


SAN PEDRO APÓSTOL


La crucifixión de Pedro
Pintura de Caravaggio

Retomando entonces a Benedicto XVI, dice así: " .... El evangelista Juan, al relatar el primer encuentro de Jesús con Simón, hermano de Andrés, señala un hecho singular: Jesús, <<mirándolo, dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas ( que se traduce "Pedro")">>. Jesús no acostumbraba a cambiar el nombre a sus discípulos. Si exceptuamos el apelativo de <<hijos del trueno>> que dirige en un caso concreto a los hijos de Zebedeo y que no vuelve a usar, Él no atribuyó nunca otro nombre a ninguno de sus discípulos. En cambio, lo hizo con Simón, llamándole Cefas, nombre luego traducido en griego por Petros, y en latín por Petrus. Y fue traducido precisamente porque no era solo un nombre; era una <<orden>> que Petrus recibía del Señor. El nuevo nombre de Petrus aparecerá varias veces en los Evangelios y acabará sustituyendo al nombre originario de Simón.

El dato cobra especial relevancia si se tiene en cuenta que, en el Antiguo Testamento, el cambio de nombre por lo general anunciaba el encargo de una misión. De hecho, la voluntad de Cristo de atribuir a Pedro un papel especial dentro del Colegio apostólico queda demostrada en numerosas pruebas: en Cafarnaúm, el Maestro va a alojarse a casa de Pedro; cuando la multitud se arremolina en torno a él a orillas del lago de Genesaret, entre las dos barcas ahí atracadas, Jesús elige la de Simón; cuando en determinadas circunstancias Jesús se hace acompañar solo de tres discípulos, Pedro siempre es mencionado como el primero del grupo; así sucedió en la resurrección de la hija de Jairo, en la Transfiguración y, por último, durante la agonía del Huerto de Getsemaní. Y aún hay más: cuando se dirigen a Pedro los cobradores del impuesto del Templo, el Maestro solo paga por sí mismo y por él; Pedro es el primero al que lava los pies en la Última Cena, y reza solo por él para que no pierda la fe y pueda probar en ella a los demás discípulos.

Además, el propio Pedro es consciente de su particular posición: a menudo, en nombre de los demás, interviene pidiendo una explicación de una parábola difícil, o el sentido concreto de un precepto, o la promesa formal de una recompensa.  Él es quien resuelve ciertas situaciones al intervenir en nombre de todos. Así, cuando Jesús, dolido por la incomprensión de la multitud después del discurso sobre el <<pan de vida>>, pregunta: <<¿También vosotros queréis marcharos?>>, la respuesta de Pedro es perentoria: <<Señor, ¿a quién vamos a ir? Tienes palabras de vida eterna>>. Igualmente decidida es la profesión de fe que, también en nombre de los Doce, hace en Cesarea de Filipo. Cuando Jesús pregunta: <<Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?>>, Pedro responde: << Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios Vivo>>. En respuesta, Jesús pronuncia entonces la declaración solemne que define, de manera definitiva, el papel de Pedro en la Iglesia: << Y yo por mi parte te digo: y sobre esta peña edificaré mi Iglesia, y las puertas del averno no podrán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que ates en la tierra, quedará desatado en los cielos>>. Las tres metáforas a las que ´Jesús recurre son en sí mismas muy claras: Pedro será los cimientos de piedra sobre los que se apoyará el edificio de la Iglesia; él tendrá las llaves del reino de los cielos para abrirlo o cerrarlo a quien le parezca apropiado; por último, él podrá atar y desatar, es decir, podrá establecer o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre será la Iglesia de Cristo, y no de Pedro. Esto que está descrito con imágenes tan plásticas ilustra lo que la reflexión posterior ha calificado con el término de  <<primado de jurisdicción>>.

Esta posición preeminente que Jesús quiso conferirle a Pedro se verifica también después de la resurrección: Jesús les encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro, al margen de los demás apóstoles; hacia él y hacia Juan corre la Magdalena para informar de la piedra movida en la entrada del sepulcro, y Juan le cederá el paso cuando los dos lleguen ante la tumba vacía; luego será Pedro, entre todos los discípulos, el primer testigo de una aparición del Resucitado. Este papel, subrayado con decisión,  marca la continuidad entre su preeminencia en el  grupo apostólico y la preeminencia que seguirá teniendo en la comunidad nacida con los sucesos pascuales, como testimonia el libro de los Hecho. Su comportamiento se considera tan decisivo como para ser el centro de las miradas y también de las críticas. En el conocido Concilio de Jerusalén, Pedro desempeña una función directiva y, precisamente por ser testigo de la fe auténtica, el propio Pablo le reconocerá cierta cualidad de <<primero>>. Además, el hecho de que varios textos claves referidos a Pedro puedan ser interpretados en el contexto de la Última Cena, en la que Cristo le confiere a Pedro el ministerio de confirmar a los hermanos, muestra cómo la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía tiene en el ministerio confiado a Pedro uno de sus elementos constitutivos.

Esta contextualización del Primado de Pedro en la Última Cena, en el momento constituyente de la Eucaristía, Pascua del Señor, indica también el sentido último de su Primado: Pedro, por todos los tiempos, debe ser el custodio de la comunión con Cristo; debe guiar en la comunión con Cristo; debe preocuparse de que la red no se rompa y pueda perdurar la comunión universal. Solo juntos podemos estar con Cristo, que es el Señor de todos. La responsabilidad de Pedro es garantizar la comunión con Cristo, con la caridad de Cristo, guiarnos en la realización de esta caridad en la vida de cada día.

Y como oración futura podemos decir junto a Benedicto XVI, el texto con el cuál concluye esta Audiencia general del 7 de junio de 2006 en la Plaza de San Pedro, que dice así:  " recemos para que el Primado de Pedro, confiado a pobres seres humanos, pueda ejercerse siempre con este sentido originario deseado por el Señor y pueda ser siempre reconocido en su verdadero significado por hermanos que todavía no están en plena comunión con nosotros.

SAN ANDRÉS
San Andrés Apóstol
Pintura de José de Ribera
Con autorización del Autor Erzalibillas para 
reproducir la imagen de la pintura, no teniendo
nada que ver con la publicación del contenido
de la vida de los Santos

La primera característica que llama la atención en Andrés es su nombre: no es hebreo, como se esperaría, sino griego, señal significativa de que su familia tenía cierta apertura cultural. Nos encontramos en Galilea, donde la lengua y la cultura griegas están bastante presentes En el elenco de los Doce, Andrés ocupa el segundo puesto, como en Mateo  y en Lucas, o bien el cuarto puesto, como en Marcos y en los Hechos. Sea como fuere, sin duda gozaba de cierto prestigio dentro de las primeras comunidades cristianas.

El lazo de sangre entre Pedro y Andrés, al igual que la común llamada que les hace Jesús, se señalan explícitamente en los Evangelios. Leemos: <<Venid detrás de mí, y os haré pescadores de hombres>>. En el cuarto Evangelio se recoge otro detalle importante: en un primer momento, Andrés era discípulo de Juan Bautista; esto nos muestra que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería conocer más de cerca la palabra del Señor, la realidad del Señor presente. Era un hombre de fe y de esperanza; y un día oyó a Juan Bautista proclamar a Jesús como el << cordero de Dios>>; entonces se movilizó y, junto al mencionado discípulo, siguió a Jesús, a Aquel que era llamado por Juan <<Cordero de Dios>>. El evangelista menciona: ellos <<fueron a ver dónde vivía, y aquel día se quedaron con él>>. Andrés, entonces, gozó de preciosos momentos de intimidad con Jesús. El relato prosigue con una significativa mención: << Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: " Hemos encontrado al Mesías (que, traducido significa "Cristo")". Y lo llevó a Jesús >>, demostrando un espíritu apostólico fuera de lo común. Andrés, por tanto, fue el primero de los apóstoles llamado a seguir a Jesús. Precisamente por esta razón la liturgia de la Iglesia bizantina le honra con el apelativo de Protóklitos,  que significa precisamente "el primer llamado". Y, a causa de la relación fraterna entre Pedro y Andrés, la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla se sienten hermanadas de forma especial. Para estrechar esta relación, mi predecesor, el papa Pablo VI, devolvió en 1964 la insigne reliquia de San Andrés, hasta entonces custodiada en la basílica vaticana, al obispo metropolitano ortodoxo de la ciudad de Patras, en Grecia, donde según la tradición el apóstol fue crucificado.

Las tradiciones evangélicas mencionan el nombre de Andrés en otras tres ocasiones, que nos permiten conocer un poco mejor a este hombre. La primera es la de la multiplicación de los panes en Galilea. En esa situación fue Andrés quien señaló a Jesús la presencia de un chico que tenía cinco panes de cebada y dos peces: muy poca cosa - observó él- para toda la gente concentrada en ese lugar. Merece ser destacado, en este caso, el realismo de Andrés: él advirtió al chico -por tanto, ya había formulado la pregunta: <<¿qué es para tantos?>>- y se dio cuenta de la insuficiencia de sus pocos recursos. Sin embargo, Jesús supo hacer que fueran suficientes para la multitud de personas que había acudido a escucharle. La segunda ocasión fue en Jerusalén. Al salir de la ciudad, un discípulo le mostró a Jesús el espectáculo de los poderosos muros que sostenían el Templo. La respuesta del Maestro fue sorprendente: dijo que de esos muros no quedaría ni una piedra. Entonces Andrés, junto con Pedro, Santiago y Juan, le preguntó: << Dinos cuándo será eso y cuál será la señal cuando todo eso vaya a acabarse>>. Para contestar a esta pregunta Jesús pronunció un importante discurso sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el fin del mundo, invitando a sus discípulos a leer con precaución las señales del tiempo y a permanecer siempre vigilantes. De este suceso aprendemos que no debemos tener miedo a hacerle preguntas a Jesús, pero al mismo tiempo hemos de estar preparados para recibir las enseñanzas, aunque sorprendentes y difíciles, que Él nos ofrece.

En los Evangelios, por último, está testimoniada una tercera iniciativa de Andrés. El escenario también es Jerusalén, poco antes de la Pasión. para la fiesta de Pascua -cuenta Juan- llegaron a la ciudad santa algunos griegos, probablemente adeptos o temerosos de Dios, venidos para adorar al Dios de Israel. Andrés y Felipe, los dos apóstoles con nombres griegos, hacen de intérpretes y mediadores de este pequeño grupo de griegos ante Jesús. La respuesta del Señor a su pregunta parece -como sucede a menudo en el Evangelio de Juan- enigmática, pero precisamente por eso es rica en significado. Jesús les dice a los dos discípulos y, por medio de ellos, al mundo griego: << Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. De verdad os aseguro: si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda solo;  pero si muere, da mucho fruto>>. ¿ Qué significan estas palabras en este contexto? Jesús quiere decir: sí, el encuentro con los griegos tendrá lugar, pero no como una puntual y breve conversación con algunas personas, movidas principalmente por la curiosidad. Con mi muerte, comparable con la caída en el suelo de un grano de trigo, llegará la hora de mi glorificación. De mi muerte en la cruz vendrá la gran fecundidad: el <<grano de trigo muerto>> - símbolo de mí crucificado- se convertirá con la resurrección en pan de vida para el mundo, será luz para los pueblos y las culturas. Sí, el encuentro con el alma griega, con el mundo griego, se realizará con la misma profundidad del grano de trigo que atrae para sí las fuerzas de la tierra y del cielo y se convierte en pan. En otras palabras, Jesús profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos, la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua.

Algunas tradiciones muy antiguas ven a Andrés, que transmitió a los griegos estas palabras, no solo como intérprete de unos cuantos griegos que se encontraron con Jesús, tal como acabamos de recordar, sino que lo consideran el apóstol de los griegos en los años posteriores a Pentecostés; estas tradiciones cuentan que a partir de entonces fue el anunciador e intérprete de Jesús para el mundo griego. Pedro, su hermano, llegó a Roma desde Jerusalén y a través de Antioquía para ejercer allí su misión universal; Andrés, por su parte, fue el apóstol del mundo griego: ellos, tanto en su vida como en su muerte, se compartan como verdaderos hermanos - una fraternidad que se expresa simbólicamente en la especial relación de las sedes de Roma y de Constantinopla, Iglesias verdaderamente hermanas.

Una tradición posterior, como se ha apuntado, relata la muerte de Andrés en Patras, donde también sufrió el suplicio de la crucifixión. En ese momento supremo, de forma análoga a como hiciera su hermano Pedro, pidió que le pusieran en una cruz distinta a la de Jesús. En su caso se trató de una Cruz aspada, es decir, con un cruce transversal inclinado, que por eso es llamada "cruz de San Andrés". Esto es lo que el apóstol dijo en aquella ocasión, según un antiguo relato (comienzos del siglo Vi) titulado Pasión de Andrés: << Hola, oh Cruz, inaugurada por medio del cuerpo de Cristo y convertida en adorno de sus miembros, como si fueran piedras preciosas. Antes de que el Señor subiese a ti, tú provocabas un  temor terrenal. Ahora , en cambio, dotada de un amor celestial, eres recibida como un don. Los creyentes saben, al mirarte, cuánta alegría posees, cuántos regalos tienes preparados. Así que seguro y lleno de alegría yo vengo a ti, para que tú también me recibas exultante como discípulos de quien estuvo colgado de ti...¡Oh, bienaventurada Cruz, que recibiste la majestad y la belleza de los miembros del Señor! Tómame y llévame lejos de los hombres y devuélveme con mi Maestro, para que a través de ti me reciba quien por ti me ha liberado. Hola, oh Cruz; si, ¡hola de verdad!>>.

Como e puede comprobar, en estas palabras hay una profundísima espiritualidad cristiana, que ve en la cruz no tanto un instrumento de tortura, sino más bien el medio incomparable de la plena asimilación al Redentor, al grano de trigo caído al suelo.

Y esto nosotros tenemos que aprender una lección muy importante: nuestras cruces adquieren valor si son consideradas y recibidas como parte de la cruz de Cristo, si nos unimos a ella a través del resplandor de su luz. Solo por esa cruz también nuestros sufrimientos son ennoblecidos y cobran verdadero sentido.

El Apóstol Andrés, por tanto, nos enseña a seguir a Jesús con prontitud, a hablar con entusiasmo de Él a cuantos encontramos, y, sobre todo, a cultivar con Él una relación de verdadera familiaridad, sabedores de que solo en Él podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte.

(Audiencia general, 17 de junio de 2006, plaza de San Pedro)
Extraída del Libro publicado por Benedicto XVI "LOS APÓSTOLES y los primeros discípulos de Cristo"


SANTIAGO EL MAYOR
Pintura de EL GRECO - 1610

Las listas bíblicas de los Doce mencionan a dos personas con este nombre: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Santiago, hijo de Alfeo, que tradicionalmente se diferencian con los apelativos de Santiago el mayor y Santiago el menor. Estas designaciones no pretenden, por supuesto, medir su santidad, sino testimoniar la diferente relevancia que reciben en los escritos del Nuevo Testamento y, en particular, en el marco de la vida terrena de Jesús. Hoy dedicamos nuestra atención al primero de estos personajes homónimos.

El nombre de Santiago es la traducción de Iákobos, forma helenizada del nombre del célebre patriarca Jacob.

El apóstol así llamado es hermano de Juan, y en las listas citadas ocupa el segundo lugar justo después de Pedro, como en Marcos, o el tercer lugar después de Pedro y Andrés, en el Evangelio de Mateo y en el de Lucas, mientras que en los Hechos aparece después de Pedro y Juan .

Este Santiago pertenece, junto con Pedro y Juan, al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron reconocidos por Jesús en momentos importantes de su vida.

Él tuvo la ocasión de asistir, junto con Pedro y Juan, a la agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní y al suceso de la transfiguración de Jesús. Se trata de dos situaciones muy diferentes: en un caso, Santiago con los otros dos apóstoles experimentan la gloria del Señor, lo ve conversando con Moisés y Elías, ve transpirar el esplendor divino en Jesús; en el otro se encuentra ante el sufrimiento y la humillación, contempla con sus propios ojos cómo el Hijo de Dios se humilla y es obediente hasta la muerte.

Ciertamente, la segunda experiencia constituyó para él una ocasión para madurar su fe, para corregir la interpretación unilateral, triunfalista, de la primera: él tuvo que entender que el Mesías, esperado por el pueblo judío como un triunfador, en realidad no estaba solo rodeado de honor y gloria, sino también de tormentos y de debilidades. La gloria de Cristo se materializa precisamente en la cruz, con su participación en nuestros sufrimientos.

Esta maduración de su fe produjo por medio del Espíritu Santo en Pentecostés, de tal manera que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio supremo, no se echó para atrás.

A comienzos de los años cuarenta del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como cuenta Lucas, <<se propuso maltratar a algunos de los que pertenecían a la Iglesia. Mató a espada a Santiago, el hermano de Juan>>. La concisión de la noticia, desprovista de cualquier detalle narrativo, revela, por una parte, cuan normal era para los cristianos testimoniar al Señor con su propia vida y, por otra, cuan preeminente era la posición de Santiago en la Iglesia de Jerusalén, también a causa del papel que desarrolló durante la existencia terrena de Jesús.

Una tradición posterior, que al menos remonta a Isidoro de Sevilla, cuenta su estancia en España para evangelizar a esa importante región del Imperio romano. Según otra tradición, habría sido su cuerpo el que fue transportado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela. Como todos sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y todavía es meta de numerosas peregrinaciones, no solo desde Europa, sino desde el mundo entero.

De ahí la representación iconográfica de Santiago con un bastón de peregrino y el rollo del Evangelio en la mano, atributos del apóstol itinerante y entregado al anuncio de la <<buena noticia>>, características también del peregrinaje de la vida cristiana.

De Santiago, por tanto, podemos aprender muchas cosas: su prontitud al recibir la llamada del Señor incluso cuando nos pide que abandonemos la <<barca>> de nuestras inseguridades humanas; el entusiasmo al seguirle por los caminos que Él nos indica más allá de nuestra ilusoria presunción; la disponibilidad para ser su testigo con valentía, si es necesario hasta el sacrificio supremo de la vida.

Así, Santiago el mayor constituye para nosotros un ejemplo elocuente de generosa adhesión a Cristo. Él, que al principio había pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue el primero que bebió el cáliz de la pasión, que compartió con los apóstoles el martirio.

Y por último, podemos concluir que el camino, no solo exterior, sino ante todo interior, desde el monte de la transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza todo el peregrinaje de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios.

(Texto extraído de la Audiencia general del 21 de junio 2006, plaza de San Pedro, recogido en el libro de Benedicto XVI antes mencionado).


SANTIAGO EL MENOR
Santiago el menor
Pinrtura de EL GRECO

También el forma parte de la lista de los doce apóstoles elegidos personalmente por Jesús, y siempre se especifica que es <<hijo de Alfeo>. Se le ha identificado a menudo con otro Santiago, llamado << el Pequeño>>, hijo de una tal María que podría ser la ,<< María de Cleofás>>, presente, según el cuarto Evangelio, a los pies de la cruz junto con la madre de Jesús. Él también era originario de Nazaret y probablemente pariente de Jesús, de quien es llamado << hermano>>, conforme al uso semítico.

El libro de los Hechos subraya el importante papel que este último Santiago llevó a cabo en la Iglesia de Jerusalén. En el concilio apostólico allí celebrado después de la muerte de Santiago el mayor, afirmó, junto con los demás, que los paganos podían ser recibidos en la Iglesia sin tener que someterse a la circuncisión. San Pablo, que le atribuye una aparición del Resucitado, con ocasión de su viaje a Jerusalén le llega a llamar incluso antes que a Cefas-Pedro, calificándole de <<columna>> de esa Iglesia, a semejanza de él.

Tras esto, los judeocristianos le consideran su principal punto de referencia. A él también se le atribuye la carta que lleva el nombre de Santiago y que está incluida en el canon neotestamentario. No se presenta en ella como <<hermano del Señor>>, sino como <<siervo de Dios y del Señor Jesucristo)>>.

Entre los especialistas se debate la cuestión de la identificación de estos dos personajes del mismo nombre: Santiago, hijo de Alfeo, y Santiago, <<hermano del Señor>>. Las tradiciones evangélicas no nos han transmitido ningún relato de ninguno de los dos que haga referencia al período de la vida terrena de Jesús.

Los Hechos de los apóstoles, en cambio, nos informan de que un << Santiago>> desarrolló un papel muy importante, como ya hemos apuntado, tras la resurrección de Jesús, dentro de la Iglesia primitiva. 

La acción más relevante que llevó a cabo fue la intervención en la cuestión de la difícil relación entre los cristianos de origen hebreo y los de origen pagano: contribuyó, junto con Pedro, a superar, o mejor dicho, a integrar la primitiva dimensión judía del cristianismo a la exigencia de no imponer a los paganos convertidos la obligación de someterse a todas las normas de la Ley de Moisés.

El libro de los Hechos nos ha transmitido la solución de compromiso, propuesta por el propio Santiago y aceptada por todos los apóstoles presentes, en virtud de la cual a los paganos que hubieran creído en Jesucristo solo se les debía pedir que se abstuvieran de la costumbre idolátrica de comer la carne de los animales ofrecidos en sacrificio a los dioses, y de la << impudicia>>, término que probablemente aludía a las uniones matrimoniales no consentidas. En la práctica, se trataba de observar solo unas pocas prohibiciones, consideradas bastante importantes, de la legislación de Moisés.

De esta forma se lograron dos resultados significativos y complementarios, que todavía están vigentes: por una parte, se reconoció la relación indisoluble que une el cristianismo con la religión judía como su matriz perennemente viva y válida; por otra, se permitió a los cristianos de origen pagano conservar su propia identidad sociológica, que habrían perdido si hubieran sido forzados a observar los <<preceptos ceremoniales>> judíos: estos ya no se consideraban obligatorios para los paganos convertidos.

En resumen, se daba comienzo a una práctica de estima y respeto recíprocos que, a pesar de las lamentables incomprensiones posteriores, por su naturaleza pretendía salvaguardar cuanto era característico de las dos partes.

La información más antigua sobre la muerte de este Santiago nos la ofrece el historiador judío Flavio Josefo. En sus Antigüedades Judías, redactadas en Roma en la última etapa del siglo I, nos cuenta que el final de Santiago fue decidido de forma ilegítima por el sumo sacerdote Anano,hijo del Anás, citado en los Evangelios. Este aprovechó el intervalo entre la destitución de un procurador romano (Festo) y la llegada de su sucesor (Albino) para decretar su lapidación en el año 62.

Al nombre de Santiago, además del apócrifo Protoevangelio de Santiago, que exalta la santidad y la virginidad de María, madre de Jesús, está particularmente vinculada la carta que lleva su nombre. En el canon del Nuevo Testamento ocupa el primer lugar entre las denominadas << cartas católicas>>, es decir, destinadas no solo a una única Iglesia en particular -como Roma, Éfeso, etc.-, sino a varias. Se trata de un escrito bastante importante, que insiste mucho en la necesidad de no reducir la fe a una mera declaración verbal o abstracta, sino de expresarla concretamente en obras de bien. Además, nos invita a ser constantes en las pruebas que aceptamos con alegría y en la oración confiada, para obtener de Dios el don de la sabiduría, gracias a la cual llegamos a comprender que los verdaderos valores de la vida no están en las riquezas transitorias, sino en saber compartir los propios bienes con los pobres y necesitados.

Así pues, la carta de Santiago nos ensena un cristianismo muy concreto y práctico. La fe debe realizarse en la vida, sobre todo en el amor del prójimo y en particular en la dedicación a los pobres.

Con este trasfondo también debe ser leída la famosa frase: << Pues como el cuerpo, independientemente del espíritu, está muerto, así también la fe, independientemente de las obras, está muerta>>.

En ocasiones, esta declaración de Santiago ha sido comparada con la afirmación de Pablo de que Dios nos hace justos no en virtud de nuestras obras, sino gracias a nuestra fe. Ahora bien, las dos frases, en apariencia contradictorias por sus diferentes perspectivas, en realidad, sí se interpretan bien, se complementan. San Pablo desaprueba el orgullo del hombre que piensa que no tiene necesidad del amor de Dios, que nos protege, desaprueba el orgullo de la autojustificación sin la gracia regalada y no merecida. 

Santiago habla, en cambio, de las obras como fruto normal de la fe: <<Todo árbol bueno produce frutos buenos>>, dice el Señor. Y Santiago lo repite y nos lo dice a nosotros.

Por último, la carta de Santiago nos invita a abandonarnos a las manos de Dios en todo lo que hacemos, pronuciando siempre las palabras: <<Si el Señor quiere>>. Él nos enseña a no presumir de organizar nuestra vida de forma autónoma e interesada, sino a dejar un espacio a la impenetrable voluntad de Dios, que conoce lo que de verdad nos conviene. De este modo Santiago se convierte en un maestro de vida siempre vivo para cada uno de nosotros.

(Extraído de la Audiencia general del 28 de junio de 2006, plaza de San Pedro. Recogida por Benedicto XVI en su libro antes mencionado sobre los apóstoles,)

JUAN, HIJO DE ZEBEDEO
JUAN, HIJO DE ZEBEDO
Pintura de EL GRECO

Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Su nombre, típicamente hebreo, significa "El Señor ha hecho gracia". Se encontraba ordenando las redes a orillas del lago Tiberíades, cuando Jesús le llamó junto con su hermano. Juan siempre forma parte del grupo reducido que Jesús lleva consigo en determinadas ocasiones. Está junto a Pedro y Santiago cuando Jesús, en Cafarnaúm, va a casa de Pedro para curar a la suegra de este; también con ellos sigue al Maestro a la casa del archisinagogo Jairo, cuya hija será resucitada ; está a su lado en el monte de los Olivos cuando ante el imponente Templo de Jerusalén pronuncia el discurso sobre el fin de la ciudad y del mundo; y por último, le acompaña cuando en el Huerto de Getsemaní se retira a solas para rezar al Padre antes de la Pasión. Poco antes de la Pascua, cuando Jesús elige a dos discípulos para que preparen la sala para la Cena, él y Pedro son los encargados de esta tarea.

Esta posición relevante dentro del grupo de los Doce explica la iniciativa que un día tomó su madre: se acercó a Jesús para pedirle que sus dos hijos, Juan y Santiago, pudieran sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda en el reino.

Como sabemos, Jesús contestó con otra pregunta: pidió que ellos estuvieran dispuestos a beber del cáliz que él mismo iba a beber. La intención que subyacía a esas palabras era la de abrir los ojos de los dos discípulos, la de iniciarlos en el conocimiento del ministerio de su persona y la des simbolizarles la futura llamada a ser sus testigos hasta la prueba suprema de la sangre. De hecho, poco después Jesús precisó que no había venido para ser servido, sino para servir y dar su propia vida como pago a las gentes. En los días siguientes a la resurrección, volvemos a encontrar a los <<hijos de Zebedeo>> comprometidos con Pedro y algunos otros discípulos en una noche infructuosa, la pesca milagrosa: será <<el discípulo que Jesús amaba>> quien primero reconozca <<al Señor>> y quien se lo indique a Pedro.

Dentro de la Iglesia de Jerusalén, Juan ocupó un puesto relevante en la formación de la primera agrupación de cristianos. En efecto, Pablo le cuenta entre aquellos a los que llama <<columnas>> de aquella comunidad. Lucas, en los Hechos, le presenta junto con Pedro cuando van a rezar al templo o comparecen ante el sinedrio para testimoniar su fe en Jesucristo. También junto con Pedro cuando es enviado por la Iglesia de Jerusalén para confirmar a los que se han unido en Samaria al Evangelio, y reza por ellos para que reciban el Espíritu Santo. Es de destacar lo que afirma, junto con Pedro, ante el sinedrio que le está procesando: << pues nosotros no podemos no hablar de lo que hemos visto y oído>>. precisamente esta sinceridad al confesar su fe constituye un ejemplo y una advertencia para que todos nosotros estemos siempre dispuestos a declarar con decisión nuestra inquebrantable adhesión a Cristo, anteponiendo la fe a cualquier cálculo o interés humano.

Según la tradición, Juan es <<el discípulo predilecto>>, quien en el cuarto Evangelio apoya la cabeza sobre el pecho del Maestro durante la Última Cena, se encuentra a los pies de la cruz junto con la madre de Jesús y, por último, es testigo tanto de la tumba vacía como de la presencia del Resucitado. Sabemos que hoy día esta identificación es discutida por los especialistas, algunos de los cuales ven en él solamente el prototipo de discípulo de Jesús. Dejaremos a los exégetas que diriman esta cuestión y nos limitaremos a extraer una lección importante para nuestra vida: el Señor desea hacer de cada uno de nosotros un discípulo que vive una amistad personal con Él. Para realizar esto no basta con seguirle y escucharle exteriormente: también hay que vivir con Él y como Él. Esto solo es posible en un contexto de relación plena. Eso es lo que sucede entre los amigos; por eso Jesús dijo un día: << Nadie tiene un amor mayor que este: dar uno su vida por sus amigos...Ya no os llamo esclavos, porque el esclavo no sabe qué va a hacer su señor; en cambio, a vosotros os he llamado amigos, porque os hice conocer todo lo que oí a mi Padre>>.

En los apócrifos Hechos de Juan, el apóstol no es presentado como fundador de ciudades ni a la cabeza de comunidades ya constituidas, sino en continuo peregrinaje, como comunicador de la fe al encuentro con <<almas capaces de tener esperanza y de ser salvadas>>. Todo se mueve en el paradójico intento de hacer ver lo invisible. Y por eso él es llamado por la Iglesia oriental simplemente << el teólogo>>, es decir, aquel que es capaz de hablar en términos accesibles de las cosas divinas, desvelando un misterioso acceso a Dios mediante la adhesión a Jesús.

El culto del apóstol Juan se extendió desde la ciudad de Éfeso, donde, según una tradición antigua, trabajó largo tiempo y en la que murió a edad muy avanzada, bajo el mandato del emperador Trajano. En Éfeso, el emperador Justiniano, en el siglo VI, mandó construir en su honor una gran basílica, de la que todavía quedan unas imponentes ruinas. En la iconografía bizantina es representado frecuentemente como un anciano y en actitud de intensa contemplación, como invitando al silencio.

Y es que sin un adecuado recogimiento no es posible acercarse al misterio supremo de Dios y a su revelación. Eso explica por qué, hace años, el patriarca ecuménico de Constantinopla Atenágoras, a quien el papa Pablo VI abrazó en un memorable encuentro, llegó a afirmar: << Juan es el origen de nuestra espiritualidad más elevada. Como él, los "silenciosos"conocen ese misterioso intercambio de corazones, invocan la presencia de Juan y su corazón se inflama>> (O. Clément, Diálogos con Atenágoras, Turín, 1972, pag. 159).

De mi parte podemos tomar como oración esta expresión final con la que concluye Benedicto XVI la historia de la vida del apóstol Juan:  Que el Señor nos ayude a entrar en la escuela de Juan para aprender la gran lección de amor y así sentirnos amados por Cristo << hasta el extremo> y consumir nuestra vida por Él.

(Audiencia General, 5 de julio de 2006, plaza de San Pedro)

En este punto voy a extraer algunos de los pasajes que Benedicto XVI nos trasmite no sólo para un mayor aprendizaje de Juan, sino, para que podamos recorrer su camino. El camino que a través de sus escritos Juan nos quiso legar para la eternidad a los seres humanos de toda época, condición y lugar.


No transcribiré la textualidad de toda la riqueza que contiene este libro acerca de los Apóstoles, respecto, específicamente de Juan, para que puedan tener la gracia de acceder a él y tenerlo en sus manos para una y otra vez recorrerlo y redescubrir cada vez algo nuevo que hará nuevas nuestras esperanzas de fe.

En el día de (la audiencia general, 9 de agosto de 2006, Aula Pablo VI) Benedicto XVI dice:

..."Si hay un argumento característico que emerge de los escritos de Juan es el del amor. No por casualidad quise comenzar mi primera carta encíclica con las palabras de este apóstol: <<Dios es amor (Deus est charitas): si nos amamos mutuamente Dios permanece en nosotros, y su amor ha llegado en nosotros a su perfección>>.  Es muy difícil encontrar textos como este en otras religiones. Por eso este tipo de expresiones nos revelan un aspecto verdaderamente peculiar del cristianismo. Sin duda, Juan no es el único autor de los orígenes del cristianismo que habló del amor. Al ser este un constituyente esencial del cristianismo, todos los escritores del Nuevo Testamento hablan de ello, aunque sea con palabras diferentes.

Si ahora nos detenemos a reflexionar sobre este tema en Juan es porque él trazo con insistencia y de manera incisiva las líneas principales de este aspecto.

...No hace un tratamiento abstracto, filosófico, ni siquiera teológico, sobre lo que es el amor. No, él no es un teórico. En realidad, del verdadero amor, por su propia naturaleza, nunca es puramente especulativo, sino que implica una referencia directa, concreta y verificable hacia personas reales. Así pues, Juan como apóstol y amigo de Jesús nos muestra cuáles son los componentes o, mejor dicho, las fases del amor cristiano, un movimiento que se caracteriza por tres momentos.

El primero, hace referencia a la Fuente del amor, que el apóstol coloca en Dios, llegando, como hemos visto, a afirmar que << Dios es amor>>. Juan es el único autor del Nuevo Testamento que nos da una suerte de definición de Dios. Él dice, por ejemplo, que <<Dios es Espíritu>> o que <<Dios es luz>>. Aquí proclama con fulgurante intuición que <<Dios es amor>>. Nótese bien: ¡no afirma simplemente que <<Dios ama>> y tampoco que <<el amor es Dios>>! En otras palabras: Juan no se limita a describir la acción divina, sino que llega hasta sus raíces. Además, no pretende atribuir una cualidad divina a un amor genérico e impersonal; no parte del amor a Dios, sino que se dirige directamente a Dios para definir su naturaleza con la dimensión infinita del amor. Con esto Juan quiere decir que el constituyente esencial de Dios es el amor y que, por tanto, toda la actividad de Dios nace del amor y está marcada por el amor: todo lo que Dios hace, lo hace por amor y con amor, aunque no siempre podamos entender que eso es amor, el verdadero amor.

Ahora bien, en este punto es indispensable dar un paso más y precisar que Dios demostró su amor entrando en la historia humana mediante la persona de Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado por nosotros. Este es el segundo momento constitutivo del amor de Dios. Él no se limitó a hacer declaraciones verbales,sino que, por decirlo de algún modo, se comprometió de verdad y <<lo vivió>> en primera persona. En efecto, como escribe Juan: <<Pues Dios amó de tal manera al mundo (es decir, a todos nosotros), que entregó a su Hijo Unigénito>>. A partir de entonces, el amor de Dios por los hombres se concretiza y manifiesta en el amor del propio Jesús. También Juan escribe: Jesús, <<habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo>>. En virtud de ese amor oblativo y total nosotros somos rescatados del pecado, como también escribe san Juan: << Hijitos míos...si alguno peca, tenemos un intercesor ante el Padre: Jesucristo es justo; y él es la víctima de expiación por nuestros pecados, y no por nuestros pecados solo, sino también por los del mundo entero>>. He aquí hasta donde llega el amor de Jesús por nosotros ¡hasta el derramamiento de su propia sangre para nuestra salvación! El Cristiano, ante la contemplación de este <<exceso>> de amor, no puede dejar de preguntarse cuál debe ser su respuesta.

...Esta pregunta nos introduce en un tercer paso de la dinámica del amor: como depositarios receptivos de un amor que nos precede y sobrepasa, estamos llamados al deber de una respuesta activa, que para ser adecuada solo puede ser una respuesta de amor. Juan habla de un <<mandato>>. De hecho, él refiere estas palabras de Jesús: << Os doy un mandato nuevo: que os améis mutuamente; que como yo os he amado, también vosotros os améis mutuamente>>.

¿En qué consiste la novedad a la que se refiere Jesús? En el hecho de que no se contenta con repetir lo que ya se exigía en el Antiguo Testamento y que también leemos en los demás Evangelios: <<amarás a tu prójimo como a ti mismo>>. En el antiguo precepto el criterio normativo partía del hombre (<<como a ti mismo>>), mientras que, en el precepto referido por Juan, Jesús presenta a su propia persona como motivo y norma de nuestro amor: <<como yo os he amado>>. Es así como el amor se hace verdaderamente cristiano, pues lleva en sí mismo la novedad del cristianismo: ya sea porque debe dirigirse hacia todos sin distinción, o sobre todo porque debe llegar has sus más extremas consecuencias, no teniendo más medida que el hecho de no tener medida.

Esas palabras de Jesús, <<como yo os he amado>>, nos invitan y al mismo tiempo nos inquietan; son una meta cristológica que puede parecer inalcanzable, pero también son un estímulo que no nos permite abandonarnos a lo que hemos podido conseguir. No nos consiente contentarnos con cómo somos, sino que nos impulsa a mantenernos en el camino hacia esta meta."

Les propongo que oremos al Padre junto con Benedicto XVI, extrayendo de sus últimas palabras de esta descripción de Juan de esta manera: Recemos al Padre para poderlo vivir, aunque sea de manera imperfecta, con una intensidad tal que podamos contagiar a cuantos encontremos en nuestro camino.


SAN MATEO
LA VOCACIÓN DE SAN MATEO
Pintura de CARAVAGGIO

Dice Benedicto XVI en su Libro "LOS APÓSTOLES y los primeros discípulos de Cristo", respecto de San Mateo lo siguiente (Extraeremos los pasajes más ilustrativos): ..."A decir verdad, delinear su figura es casi imposible, ya que las noticias que tenemos de él son pocas y fragmentarias..... Podemos trazar un perfil, de acuerdo con lo que nos cuenta El Evangelio.

Siempre aparece en la lista de los Doce escogidos por Jesús.

Su nombre en hebreo significa: "Regalo de Dios". En el primer Evangelio canónico, que lleva su firma, aparece en la lista de los Doce con un calificativo muy concreto:<<el publicano>>. Se le describe como una persona que, sentada en su despacho de recaudador de impuestos, es llamado por Jesús para que le siga: <<"Sígueme. Se levantó y lo siguió">>. También Marcos y Lucas cuentan su llamada cuando estaba sentado en su despacho de recaudador, aunque le llaman <<Leví>>.

Para imaginar la escena descrita en Mateo 9,9 basta recordar el magnífico cuadro de Caravaggio, conservado en Roma, en la Iglesia de San Luis de los Franceses. 
Pintura de Caravaggio

De los Evangelios se desprende otro detalle biográfico: en el pasaje que precede a este relato de la llamada se cuenta un milagro que realizó Jesús en Cafarnaú y se alude a que estaba cerca del  mar de Galilea, es decir, el lago Tiberíades. De ello se puede deducir que Mateo ejercía su función de recaudador en Cafarnaúm, lugar <<cercano al mar>>, donde Jesús era huésped habitual en casa de Pedro.

Partiendo de estos escasos datos que se desprenden de los Evangelios, podemos avanzar un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de los íntimos a un hombre que, según las ideas en boga en el Israel de su época, era considerado un publicano pecador. Mateo, de hecho, no solo manejaba dinero, que era considerado impuro por proceder de gente ajena al pueblo de Dios, sino que colaboraba también con una autoridad extranjera odiosamente codiciosa, que además fijaba los tributos de forma arbitraria. Por estos motivos, más de una vez los Evangelios hablan unitariamente de <<publicanos y pecadores>>, de <<publicanos y prostitutas>>. Además, ven en los publicanos un ejemplo de mezquindad (cf. Mt 5,46: aman solo a quienes les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como <<jefe de publicanos y rico>>, mientras la opinión popular los asocia a los <<ladrones, injustos y adúlteros>>. Siendo esto así, hay un primer dato que llama la atención: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Todo lo contrario, precisamente mientras está a la mesa en casa de Mateo-Leví, en respuesta a alguien que se mostraba escandalizado por el hecho de que frecuentase compañías poco recomendables, pronuncia esta importante declaración: << No tienen necesidad de médico los fuertes, sino los que se encuentran mal; no vine a llamar a justos, sino a pecadores>>.

La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en esto: ¡en el ofrecimiento de la gracia de Dios al pecador! 

En otro pasaje, en la célebre parábola del fariseo y del publicano llegados al templo para rezar, Jesús señala incluso a un anónimo publicano como ejemplo apreciable de humilde confianza en la misericordia divina: mientras el fariseo se jacta de su propia perfección moral, <<el publicano...ni siquiera quería levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh Dios, ten piedad de mí, el pecador!">>. Y Jesús comenta: << Os lo digo, esta bajó a su casa justificado, y aquel no; porque todo el que se eleva será rebajado, pero el que se rebaja será elevado".

En la figura de Mateo, por tanto, los Evangelios nos proponen una verdadera y propia paradoja: quien está aparentemente más alejado de la santidad puede convertirse en un modelo de acogida de la misericordia de Dios y hacer ver sus maravillosos efectos en su propia existencia. En relación con esto, san Juan Crisóstomo hace un apunte significativo: observa que únicamente se alude a la ocupación en la narración de algunas pocas vocaciones. Pedro, Andrés, Santiago y Juan son llamados mientras están pescando, y Mateo mientras se encuentra recaudando impuestos. Se trata de trabajos de poca monta -comenta Crisóstomo- <<ya que no hay nada más detestable que la gabela ni nada más común que la pesca>>. La llamada de Jesús llega también a personas de bajo rango social, mientras están dedicadas a su trabajo diario.

Otra reflexión que se desprende del relato evangélico es que, tras la llamada de Jesús, Mateo responde de inmediato: <<Se levantó y lo siguió>>. La concisión de la frase pone en evidencia la prontitud de Mateo en responder a la llamada. Para él esto suponía el abandono de todo, principalmente de aquello que le garantizaba una fuente segura de ingresos, aunque en ocasiones fuera injusta y deshonrosa. Evidentemente, Mateo entendió que la familiaridad con Jesús no le permitía continuar con actividades desaprobadas por Dios. Es fácil de intuir la aplicación de esto en el presente: tampoco hoy es admisible el apego a cosas incompatibles con la llamada de Jesús, como las riquezas inmorales. Un día Él llegó a decir, sin términos medios: <<Si quieres ser perfecto, vete a vender tus bienes y da el importe a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos; y vuelve aquí y sígueme>>.

Eso es precisamente lo que hizo Mateo: ¡se levantó y le siguió!. En este <<levantarse>> es legítimo leer el distanciamiento de una situación de pecado y a la vez la adhesión consciente a una existencia nueva, correcta, en comunión con Jesús.

Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua está de acuerdo en atribuir a Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto fue así a partir de Papías, obispo de Hierápolis, en Frigia, en torno al año 130. Él escribe: << Mateo recogió las palabras (del Señor) en lengua hebrea, y cada uno las interpretó como pudo>> (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39,16). El historiador Eusebio añade esta noticia:<< Mateo, que primero había predicado entre los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos escribió el Evangelio anunciado por él en su lengua materna; así intentó restituir con lo escrito, a la gente de la que se separaba, lo que perdían con su partida>> (ibíd. III, 24,6).

No se conserva el Evangelio escrito por Mateo en hebreo o en arameo, pero en el Evangelio griego, que sí tenemos, seguimos escuchando todavía, de algún modo, la voz persuasiva del publicano Mateo. Él, convertido en apóstol, sigue anunciándonos la salvadora misericordia de Dios.

Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo una y otra vez para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión."

(Audiencia general, 30 de agosto de 2006, Aula Pablo VI)


SAN FELIPE
SAN FELIPE
Dice Benedicto XVI: "En las listas de los Doce siempre aparece colocado en quinto lugar, y por tanto, prácticamente entre los primeros. Aunque Felipe fuera de origen hebreo, su nombre es griego, como el de Andrés, y esta es una pequeña señal de apertura cultural que no debemos subestimar. Las noticias que tenemos acerca de él nos las proporciona el Evangelio de Juan.

Era originario del mismo lugar que Pedro y Andrés, es decir, de Betsaida, una pequeña ciudad que pertenecía a la tetrarquía de uno de los hijos de Herodes el Grande, también llamado Felipe.

El cuarto Evangelio cuenta que, después de ser llamado por Jesús, Felipe se encuentra con Natanael y le dice: << Hemos encontrado a aquel del que escribió Moisés en la ley, y los profetas: Jesús, Hijo de José, el de Nazaret>>. Ante la respuesta más bien escéptica de Natanael (<< ¿De Nazaret puede haber algo bueno?>>), Felipe no se rinde y contraataca con decisión: << Ven a ver>>. En esta respuesta, concisa pero clara, Felipe pone de manifiesto las características principales del verdadero testigo: no se contenta con proponer el anuncio, como si fuera una teoría, sino que interpela directamente a su interlocutor invitándole a que tenga una experiencia personal de lo que le ha anunciado.

Estos mismos verbos son los que emplea el propio Jesús cuando dos discípulos de Juan Bautista se le acercan para preguntarle dónde vive. Jesús respondió: <<Venid a ver>>.

Podemos pensar que Felipe también se dirige a nosotros al pronunciar estos dos verbos que suponen un compromiso personal. También a nosotros nos dice lo que le dice a Natanael: <<Ven a ver>>.

El apóstol nos empuja a conocer a Jesús de cerca.

En efecto, la amistad, el conocimiento verdadero del otro, necesita de la cercanía, es más, en parte vive gracias a ella. Además, no hay que olvidar que, según lo que escribe Marcos, Jesús eligió a los Doce con el objetivo inicial de que <<estuvieran con él>>, es decir, que compartieran su vida y aprendieran directamente de él no solo el estilo de su comportamiento, sino sobre todo quién era Él de verdad. Solo así, participando de su vida, podían conocerlo y luego anunciarlo.

Más tarde, en la Carta de Pablo a los Efesios, leeremos que lo importante es <<aprender a Cristo>>, es decir, no solo y no tanto escuchar sus enseñanzas, sus palabras, sino conocerle la Él en persona, es decir, su humanidad y divinidad, su misterio, su belleza. Y es que no solo es un Maestro, sino un Amigo, o mejor, un Hermano.

¿Cómo podríamos conocerle a fondo sí permanecemos lejos de él? La intimidad, la familiaridad, la costumbre nos hacen descubrir la verdadera identidad de Jesucristo. Lo mismo que nos enseña el apóstol Felipe. Y por eso nos invita a <<ir>>, a <<ver>>, es decir, a entrar en contacto de escucha, de respuesta y de comunión de vida con Jesús día a día.

...."En otro momento, muy importante para la historia futura, antes de la Pasión, algunos griegos que se encontraban en Jerusalén para la Pascua, <<se acercaron a Felipe...y le rogaron: "Señor, queremos ver a Jesús". Felipe va y se lo dice a Andrés; Andrés y Felipe van y se lo dicen a Jesús>>.

..." Es este caso hace de intermediario entre la petición de algunos griegos.... y Jesús. Esto nos enseña a estar también nosotros siempre dispuestos tanto a recibir preguntas e invocaciones de donde vengan como a dirigirlas al Señor, el único que puede satisfacerlas completamente. Es importante, de hecho, saber que no somos nosotros los destinatarios últimos de las oraciones de quienes se nos acercan, sino que es el Señor: a él le debemos dirigir a todo aquel que se encuentra en necesidad. Es decir, ¡cada uno de nosotros debe ser un camino abierto hacia él!

Hay otra ocasión destacada en la cual también entra en escena Felipe. Durante la Última Cena, habiendo Jesús afirmado que conocerle a Él significaba también conocer al Padre, Felipe le preguntó con cierta ingenuidad: <<Señor, muéstranos al Padre y nos basta>>. Jesús le contestó con un tono de benévolo reproche: << Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿ Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"¿ No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre está en mi?... Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas>>. Estas palabras se cuentan entre las más inspiradas del Evangelio de Juan. Contienen una revelación pura y verdadera. Al final del prólogo de su Evangelio, Juan afirma: << A Dios nadie lo ha visto nunca; el Dios Hijo Unigénito, el que está en el regazo del Padre, ese lo reveló>>. Esta declaración, que es del Evangelista, es retomada y confirmada por el propio Jesús. Pero con un nuevo matiz. 

En efecto, mientras el Prólogo de Juan habla de una intervención explicativa de Jesús a través de las palabras de su enseñanza, en la respuesta a Felipe, Jesús hace referencia a su propia persona como tal, dando a entender que es posible comprenderlo no solo a través de lo que dice, sino más aún, a través de lo que sencillamente es. Utilizando la paradoja de la Encarnación, podemos afirmar que Dios se concedió un rostro humano, el de Jesús, y en consecuencia, a partir de entonces, si de verdad queremos conocer el rostro de Dios, solo tenemos que contemplar el rostro de Jesús. ¡En su rostro vemos realmente quién es Dios y cómo es Dios!.

El Evangelista no nos dice si Felipe entendió plenamente la frase de Jesús. Lo cierto es que le dedicó por entero su propia vida. Según algunos relatos posteriores (Hechos de Felipe y otros), nuestro apóstol evangelizó primero Grecia y luego Frigia, y allí murió, en Hierápolis, con un suplicio que ha sido descrito como crucifixión o lapidación.

Queremos cerrar nuestra reflexión incídiendo en el objetivo al que debe tender nuestra vida: encontrar a Jesús como lo encontró Felipe, intentando ver en él al propio Dios, el Padre Celestial. ¡Si no hacemos este esfuerzo, solo veremos proyectada nuestra imagen como en un espejo, y cada vez estaremos más solos! En cambio, Felipe nos enseña a dejarnos conquistar por Jesús, a estar con él, y a invitar también a otros a compartir esta indispensable compañía. Y viendo y compartiendo a Dios, encontraremos la verdadera vida.

(Audiencia General, 6 de septiembre de 2006, plaza de San Pedro)


TOMÁS el APÓSTOL


Santo Tomás, Pintura de EL GRECO

Continuamos.....hoy dedicamos nuestra atención a Tomás. Siempre presente en las cuatro listas del Nuevo Testamento, en los primeros tres Evangelios aparece colocado junto a Mateo, mientras que en los Hechos se encuentra al lado de Felipe. 

Su nombre deriva de una raíz hebrea, ta'am, que significa "emparejado, gemelo". En efecto, el Evangelio de Juan le llama varias veces con el sobrenombre de <<Didímo>, que en griego quiere decir "gemelo". No está clara la razón de este apelativo.

Es el cuarto Evangelio el que nos ofrece más noticias que permiten apuntar algunas líneas significativas de su personalidad. 

La primera tiene que ver con la exhortación que hizo a los demás apóstoles, cuando Jesús, en un momento crítico de su vida, decidió ira Betania para resucitar a Lázaro y se acercó peligrosamente a Jerusalén. En aquella ocasión Tomás les dijo a sus condiscípulos:<< ¡Vamos también nosotros a morir con Él!>>. Esta determinación suya de seguir al Maestro es verdaderamente ejemplar y nos brinda una preciosa enseñanza: revela la total disponibilidad para adherirse a Jesús, hasta identificar su propia suerte con la de Él y querer compartir con Él la prueba suprema de la muerte. En efecto, lo más importante es no separarse nunca de Jesús.

Además, cuando los Evangelios usan el verbo <<seguir>> es para significar que donde Él se dirige, allí debe ir también su discípulo. De este modo, la vida cristiana se define como una vida con Jesucristo, una vida que ha de transcurrir junto a Él. 

... En la Última Cena tiene lugar una segunda intervención de Tomás. En esta ocasión Jesús, prediciendo su inminente partida, anuncia que se va para preparar un lugar a sus discípulos y para que estén también donde él se encuentra; y les precisa: ,,Y adonde yo voy, sabéis el camino>>. Y entonces Tomás interviene diciendo: <<Señor,no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?>>.

En realidad con esta respuesta él se está colocando en un nivel de entendimiento bastante limitado, pero estas palabras suyas le ofrecen a Jesús la ocasión de pronunciar la célebre definición: << Yo soy el camino, y la verdad, y la vida>>.

Por tanto, Tomás es el primero al que le hace esta revelación, aunque es válida para todos nosotros y para todos los tiempos. Cada vez que oímos o leemos esas palabras, podemos ponernos en la mente de Tomás e imaginar que el Señor habla también con nosotros como habló con él. Al mismo tiempo, su pregunta nos da derecho, por así decirlo, de pedir explicaciones a Jesús.

A menudo no le comprendemos. Tenemos el valor de decir: no te comprendo, Señor, escúchame, ayúdame a entender.

De este modo, con esta franqueza, que es la verdadera forma de rezar, de hablar con Jesús, expresamos la pobreza de nuestra capacidad de entendimiento, y al mismo tiempo nos mostramos confiados como quien espera luz y fuerza de parte de quien está capacitado para dársela.

Conocidísima y hasta proverbial es la escena de Tomás incrédulo, acaecida ocho días después de la Pascua. En un primer momento, no creyó que Jesús hubiera aparecido en su ausencia y dijo:<< Si no veo en sus manos la marca de los clavos, y no pongo mi dedo en la marca de los clavos, y no pongo mi mano en su costado, no creeré>>. En el fondo de estas palabras emerge la convicción de que Jesús es reconocible no tanto por su rostro cuanto por sus heridas. Tomás considera que las señales significativas de la identidad de Jesús ahora son, ante todo, sus heridas, en las cuales se revela hasta qué punto Él nos ha amado.

En esto el apóstol no se equivoca. Como sabemos, ocho días después Jesús vuelve a aparecer entre sus discípulos, y esta vez Tomás está presente. Y Jesús le interpela: <<Trae acá tu dedo y mira mis manos; y trae tu mano y ponla en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente>>.

Tomás reacciona  con la profesión de fe más maravillosa de todo el Nuevo Testamento: <<¡Señor mío y Dios  mío!>>.  San Agustín comenta a propósito de esto: Tomás <<veía y tocaba al hombre, pero confesaba su fe en Dios, que no veía ni tocaba. Pero cuanto veía y tocaba le inducía a creer en aquello de cuanto hasta el momento dudaba>> (In Iohann. 121,5).

El Evangelista continúa con una última palabra de Jesús a Tomás:<< ¿Porque me has visto has creído? ¡Felices los que no ven, y creen!>>. Esta frase también se puede trasladar al presente. Aquí Jesús enuncia un principio fundamental para los cristianos que vendrán después de Tomás, es decir, para todos nosotros.

...El caso de Tomás es importante para nosotros por al menos tres motivos: primero, porque nos consuela de nuestras inseguridades; segundo, porque nos demuestra que toda duda puede desembocar en una salida luminosa libre de cualquier incertidumbre; y , por último, porque las palabras que le dirige Jesús nos recuerdan el verdadero sentido de la fe madura y nos anima a continuar, a pesar de las dificultades, en nuestro camino de adhesión a Él.

Hay un último apunto sobre Tomás en el cuarto Evangelio que lo presenta como testigo del Resucitado en el momento siguiente a la pesca milagrosa en el lago Tiberíades. En aquella ocasión él es mencionado precisamente justo después de Simón Pedro: señal evidente de la notable importancia de la que gozaba en el ámbito de las primeras comunidades cristianas.

En efecto, bajo su nombre luego fueron escritos los Hechos y el Evangelio de Tomás, ambos apócrifos pero importantes para el estudio de los orígenes del cristianismo. Por último, recordemos que, según una antigua tradición, Tomás evangelizó primero Siria y Persia (así lo refiere ya Orígenes, partiendo de Eusebio de Cesarea, y más tarde alcanzó la India occidental, desde donde también llegó a la India meridional.

Con esta perspectiva misionera terminamos nuestra reflexión, expresando el deseo de que el ejemplo de Tomás confirme cada día más nuestra fe en Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Dios.

(Audiencia general, 27 de septiembre de 2006, Plaza de San Pedro)

SAN BARTOLOMÉ

San Bartolome
Pintura de Michelangelo Buonarroti

Dice Benedicto XVI sobre este apóstol:  ..." Su nombre es claramente un patronímico, porque hace referencia explícita al nombre de su padre. De hecho, se trata de un nombre probable huella aramea, bar Talmay, que significa: "hijo de Talmay"

No tenemos noticias relevantes (continúa diciendo Benedicto XVI) de Bartolomé.

....Tradicionalmente, sin embargo, es identificado con Natanael: un nombre que significa: "Dios ha dado". Este  Natanael provenía de Caná  y, por tanto, es probable que hubiera sido testigo de la gran <<señal>> realizada por Jesús en ese lugar.

La identificación de los dos personajes se debe probablemente al hecho de que este Natanael, en la escena de la vocación narrada por el Evangelio de Juan, aparece colocado al lado de Felipe, es decir, en el puesto que tiene Bartolomé en las listas de los apóstoles transmitidas por los demás Evangelios.

A este Natanael fue a quien Felipe le comunicó que había encontrado <<a aquel del que escribió Moisés en la ley, y los profetas: Jesús, hijo de José, el de Nazaret>>.  Como sabemos, Natanael le contestó con un prejuicio bastante duro: <<¿De Nazaret puede haber algo bueno?>>. Esta contestación es importante para nosotros. Y es que nos hace ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía proceder de un pueblo tan oscuro como Nazaret. Al mismo tiempo, sin embargo, pone en evidencia la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas apareciendo precisamente donde no lo esperábamos. Por otra parte, sabemos que Jesús en realidad no era solo << de Nazaret>>, sino que había nacido en Belén y que en última instancia procedía del cielo, del Padre que está en los cielos.

El caso de Natanael nos sugiere otra reflexión: en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos solo con las palabras. Felipe, en su contestación, le hace a Natanael una significativa invitación: <<ver a ver>.. Nuestro conocimiento de Jesús sobre todo necesita de la experiencia viva: el testimonio de los demás es sin duda importante, ya que normalmente toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que llega a nosotros por obra de uno o varios testigos. Pero luego debemos ser nosotros mismos quienes nos impliquemos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús; de manera semejante, los samaritanos, después de haber oído el testimonio de la conciudadana con la que Jesús se había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con Él y, tras esta conversación, le dijeron a la mujer:<< Ya no creemos porque lo decías tú, pues nosotros mismos hemos oído, y sabemos que Él es verdaderamente el  Salvador del mundo>>.

Volviendo a la escena e la vocación, el Evangelista nos dice, que cuando Jesús vio a Natanael acercarse, exclamó: <<Mira, un israelita verdaderamente sin dolo>>,....pero que despierta la curiosidad de Natanael, quien replica con estupor:<<¿De dónde me conoces?>>. La respuesta de Jesús no se comprende de forma inmediata. Dice: <<Antes que Felipe te llamara, te vi cuando estabas bajo la higuera>>. No sabemos que había sucedido bajo esta higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael. Él se siente tocado en su corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y entiende: este hombre sabe todo de mí, Él sabe y conoce el camino de la vida, puedo realmente confiarme a este hombre. Y así responde con una confesión de fe limpia y bella, diciendo: << Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel>>. 

En ella hay un primer e importante paso en el camino de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael ponen en evidencia un doble y complementario aspecto de la identidad de Jesús: Él es reconocido no solo en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo Unigénito, sino también en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificativo propio del esperado Mesías.

Nunca debemos perder de vista ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solo la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de hacer de él un ser etéreo y evanescente, y si, por el contrario, reconocemos solo su lugar concreto en la historia, dejamos de lado la dimensión divina que propiamente le define.

Sobre la posterior actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos noticias concretas. Según una información referida por el historiador Eusebio del siglo IV, cierto Panteno encontró señales de la presencia de Bartolomé ni más ni menos que en la India. En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso el relato de su muerte por despellejamiento, que luego se hizo popular. Piénsese en la conocidísima escena del Juicio Universal de la Capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a san Bartolomé sujetando con la mano izquierda su propia piel, sobre la cual el artista dejó su autorretrato.

Sus reliquias son veneradas en Roma, en la Iglesia dedicada a él en la Isla Tiberina, donde habrían sido traídas por el emperador alemán Otón II en el año 983. 

Para concluir, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de información relativas a él, nos dice que la adhesión a Jesús puede ser vivida y testimoniada incluso sin llevar a cabo obras fundamentales. Extraordinario es y sigue siendo Jesús, a quien cada uno de nosotros estamos llamados a consagrar nuestra vida y nuestra muerte.

(Audiencia general, 4 de octubre de 2006, plaza de San Pedro)

SIMON EL CANANEO Y JUDAS TADEO

Simón el Cananeo                                                                                            Judas Tadeo
      Icono                                                                                          Pintura de Anthonis  Van Dyck

SIMON EL CANANEO
"Simón recibe el epíteto que varía en las cuatro listas: mientras Mateo y Marcos lo califican de <<cananeo>>, Lucas le define como <<zelota>>. En realidad, los dos calificativos son equivalentes, ya que significan lo mismo: en lengua hebrea, el verbo ganà  significa "ser celoso, apasionado"y puede referirse bien a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo elegido por Él, o bien a los hombres que arden de celo al servir al Dios único con plena dedicación.

...Es bastante probable, por tanto, que este Simón, si no pertenece específicamente al movimiento nacionalista de los zelotas, se caracterizara al menos por un ardiente celo por la identidad judía, es decir, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina. Si esto es así, Simón se coloca en las antípodas de Mateo, que, en calidad de publicano, procedía de una actividad considerada completamente impura.

Señal evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de estratos sociales y religiosos de los más variados, sin exclusión alguna. ¡A Él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas! Y lo bonito es que en el grupo de sus seguidores todos, aunque diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: el propio Jesús era el motivo de cohesión, en el cual todos se encontraban unidos. Esto constituye una lección para nosotros, pues a menudo tendemos a subrayar las diferencias y hasta las oposiciones, olvidándonos de que en Jesucristo nos es dada la fuerza para superar nuestros conflictos. Tampoco olvidemos que el grupo de los Doce Constituye una prefiguración de la Iglesia, en la cual han de tener espacio todos los carismas, pueblos, razas, todas las cualidades humanas que encuentran su composición y su unidad en la comunión con Jesús.


JUDAS TADEO
En cuanto a Judas Tadeo, también es denominado por la tradición con dos nombres diferentes: mientras en Mateo y Marcos le llaman simplemente <<Tadeo>>, Lucas le llama <<Judas de Santiago>>.

El sobrenombre de Tadeo es de procedencia incierta y se explica tanto como procedente del arameo Taddà, que quiere decir "pecho" y significaría "magnánimo", o como abreviación de un nombre griego como <<Teodoro>>, <<Teodoto>>.

De él nos han llegado pocas noticias. Juan es el único que señala una petición suya hecha a Jesús durante la Última Cena. Tadeo le dice al Señor: <<Señor, ¿y qué ha sucedido, que vas a manifestarte a nosotros, y no al mundo?>>.

Es una pregunta de gran actualidad, que también nosotros le hacemos al Señor: ¿Por qué el Resucitado no se manifestó en toda su gloria a sus adversarios para demostrar que el vencedor es Dios?  ¿ Por qué solo se manifestó a sus discípulos? 

La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: << Si alguno me ama, guardará mi doctrina, y mi Padre lo amará, e iremos a él y habitaremos en él>>.

Esto quiere decir que el Resucitado debe ser visto, percibido también en el corazón, de manera que Dios pueda habitar en nosotros. El Señor no se muestra como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación es una manifestación que implica y presupone un corazón abierto. Solo así vemos al Resucitado.

A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento denominadas <<católicas>> porque no están dirigidas a una determinada Iglesia Local, sino a un círculo muy amplio de destinatarios. Está dirigida <<a los que han sido llamados, amados por Dios Padre, y guardados para Jesucristo>> 

La preocupación central de este escrito es poner en guardia a los cristianos ante todos aquellos que pretextan la gracia de Dios para excusar su propia vida disoluta y para descarriar a sus hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia. <<Estos visionarios>>, así los define Judas, y llega incluso a parangonarlos con los ángeles caídos, y con términos duros dice que <<han seguido el camino de Caín>>. Además los cataloga sin empacho como <<nubes sin agua llevadas por los vientos; árboles de fin de otoño, sin frutos, muertos dos veces, arrancados de raíz; olas bravías del mar, arrojando la espuma de sus propias torpezas; estrellas fugaces, para las cuales la lóbrega oscuridad está reservada para siempre>>

Hoy día quizá ya no estamos acostumbrados a usar un lenguaje tan crítico, aunque esto nos comunique algo importante. En medio de todas las tentaciones que existen, con todas las corrientes de la vida moderna, debemos conservar la identidad de nuestra fe.

.... Por otra parte, es necesario tener muy presente que esta identidad nuestra requiere fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del mundo en el que vivimos.

Por eso el texto epistolar continúa así: << Pero vosotros, queridos hermanos, edificándoos sobre vuestra fe santísima, rezando movidos por el Espíritu Santo, conservaos en la caridad de Dios mientras aguardáis la misericordia de Nuestro Señor  Jesucristo para la vida eterna. Compadeceos de los que titubean...>>

La carta concluye con estas preciosas palabras:<< Al que pueda guardaros sin pecado y presentaros inmaculados, jubilosos, ante su esplendor, al único Dios nuestro Salvador, por medio de Nuestro Señor Jesucristo, gloria, majestad, poder y autoridad antes de todos los siglos, ahora, y por todos los siglos. Amén.

Es evidente que el autor de estas líneas vive plenamente su fe, en la que residen grandes realidades como la integridad moral y la alegría, la confianza y la alabanza, y todo ello es motivado por la bondad de nuestro único Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por eso Tanto Simón el cananeo como Judas Tadeo nos ayudan a redescubrir una y otra vea y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, porque saben dar un testimonio de ella fuerte y a la vez sereno.

(Audiencia general, 11 de octubre de 2006, plaza de San Pedro)

JUDAS ISCARIOTE Y MATÍAS

                                    
                                     El beso de Judas                                                               Matías el Apóstol

JUDAS ISCARIOTE
...El significado del apelativo << Iscariote>> es controvertido: la explicación más admitida lo entiende como "hombre de Qeriyyot", en referencia a su pueblo de origen, situado cerca de Hebrón y mencionado dos veces en la Sagrada Escritura. Otros lo interpretan como una variante del término "sicario", en referencia al guerrillero armado de puñal, llamado en latín sica. Por último, hay quien ve en su apodo la simple transcripción de una raíz hebreo-aramea que significa: "aquel que iba a entregarle". Esta mención se encuentra dos veces en el cuarto Evangelio, después de la confesión de fe de Pedro y, más adelante, durante la unción de Betania. Otros pasajes muestran que la traición estaba en curso, con las palabras: <<el que le entregaba>>, como durante la Última Cena, tras el anuncio de la traición y, luego, durante la detención de Jesús.

Sin embargo, las listas de los Doce recuerdan el hecho de la traición como ya realizado: << Judas Iscariote, el que le entregó>>, así dice Marcos; Mateo y Lucas usan fórmulas equivalentes. La traición como tal sucedió en dos momentos: primero en su fase de concepción, cuando Judas se pone de acuerdo con los enemigos de Jesús por treinta monedas de plata, y después, en su ejecución, con el beso que le dio al Maestro en Getsemaní. En cualquier caso, los evangelistas insisten en su cualidad de apóstol, que a Judas le correspondía a todos los efectos: es denominado una y otra vez como <<uno de los Doce>>. Es más, por dos veces Jesús, al dirigirse a los apóstoles y referirse a él, le señala como <<uno de vosotros>>. Y Pedro dirá de Judas que <<se contaba entre nosotros y le tocó su parte de este ministerio>>

Se trata, por tanto, de una figura perteneciente al grupo de aquellos a los que Jesús había elegido como compañeros y colaboradores cercanos. 

Esto suscita dos preguntas para intentar dar una explicación a los hechos acontecidos. La primera consiste en preguntarnos cómo es posible que Jesús eligiera a este hombre y confiara en él. De hecho, aunque Judas es el tesorero del grupo, en realidad también es calificado como <<ladrón>>. El misterio de la elección es todavía mayor, pues Jesús pronuncia un juicio severo sobre él: <<¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!. El misterio se engrandece más aún si se piensa en su suerte eterna, al saber que Judas <<arrepentido, devolvió a los sumos sacerdotes y ancianos las treinta monedas de plata diciendo: "Pequé el entregar sangre inocente". Aunque luego se alejara para ir a colgarse, no nos corresponde a nosotros medir su gesto, pues nos pondríamos en el lugar de Dios, infinitamente misericordioso y justo.

Una segunda pregunta afecta al motivo del comportamiento de Judas: ¿por qué traicionó a Jesús? La cuestión es objeto de varias hipótesis. Algunos aluden al factor de su avidez de dinero; otros sostienen una explicación de orden mesiánico: Judas se habría sentido desilusionado al ver que Jesús no incluía en su programa la liberación político-militar de su propio país. En realidad, los textos evangélicos insisten en otro aspecto: Juan dice expresamente que <<el diablo había metido en el corazón a Judas, de Simón Iscariote, la idea de entregarlo>>; de forma análoga escribe Lucas: << Pero Satanás entró en Judas (llamado Iscariote), que era del número de los Doce>>. De este modo, se superan las motivaciones históricas y se explica los sucedido poniéndole en relación con la responsabilidad personal de Judas, quien cedió de forma mezquina a una tentación del Maligno. La traición de Judas sigue siendo, en cualquier caso, un misterio.

Jesús le consideró como un amigo pero, en sus invitaciones a seguirle por el camino de las bienaventuranzas, no forzaba su voluntad ni la protegía de las tentaciones de Satanás, respetando la libertad humana.

En efecto, las posibilidades de perversión del corazón humano son realmente muchas. El único modo de sortearlas consiste en no cultivar una visión de las cosas solo individualista, autónoma, sino en ponerse siempre del lado de Jesús, asumiendo su punto de vista. Tenemos que intentar, día a día, tener plena comunión con Él. Recordemos que también Pedro quería oponerse a Él y a lo que le esperaba en Jerusalén, y recibió por ello un reproche muy fuerte:,,¡Detrás de mi, Satanás! Porque no tienes en cuenta las cosas de Dios, sino las de los hombres>>. Pedro, después de su caída, se arrepintió y encontró perdón y gracia. También Judas se arrepintió, pero su arrepentimiento degeneró en desesperación y se transformó así en autodestrucción. Para nosotros es una invitación a tener siempre presente cuanto dice san Benito al final del fundamental capítulo V de su Regla:<< No desesperar nunca de la misericordia divina>>. En realidad, Dios, <<es más grande que nuestro corazón>>. Tengamos, por tanto, presentes dos cosas. La primera: Jesús respeta nuestra libertad. La segunda: Jesús espera nuestra disposición al arrepentimiento y a la conversión; es rico en misericordia y perdón. 

MATÍAS EL APÓSTOL
Para concluir, queremos recordar a quien después de la Pascua fue elegido en el puesto del traidor. En la Iglesia de Jerusalén fueron propuestos dos a la comunidad y luego fueron elegidos por sorteo: << José (llamado Barsabás), que tenía por sobrenombre el Justo y Matías>>. Este último fue el elegido, de modo que << fue añadido al grupo de los once apóstoles>>. No sabemos nada de él, excepto que fue testigo de toda la vida terrena de Jesús, permaneciendo fiel a Él hasta el final. A la grandeza de esa fidelidad suya se suma luego la llamada divina para tomar el puesto de Judas.

 (Audiencia general, 18 de octubre de 2006, plaza de San Pedro)


TIMOTEO Y TITO

Estos dos apóstoles han sido los colaboradores más cercanos a Pablo.

TIMOTEO es un nombre griego que significa " que honra a Dios" . Pablo dice de él; << No tengo a nadie con idéntico espíritu, que se preocupe sinceramente por vuestras cosas>>

Timoteo había nacido en Listra, de madre judía y padre pagano. Dice Benedicto XVI acerca de él en su libro: ..." el hecho de que la madre hubiera contraído matrimonio mixto y que no hubiera cincuncidado a su hijo hace pensar que Timoteo creció en una familia que no era estrictamente observante, aunque se dice que conocía las Escrituras desde la infancia. Se nos ha trasmitido el nombre de su madre, Eunice, y también el de su abuela, Loida. Cuando Pablo pasó por Listra al emprender su segundo viaje misionero, eligió a Timoteo como compañero, porque << tenía buenos informes dados en su favot por los hermanos de Listra e Iconi>>, pero hizo que se circuncidara <<por causa de los judíos que había en aquellos sitios. Junto con Pablo y Silas, Timoteo atravesó Asia Menor hasta Tróade, desde donde pasó a Macedonia. Tenemos sigue diciendo Benedicto XVI en su libro, información también de que en Filipos, donde Pablo y Silas se vieron envueltos en una acusación por disturbios del orden público y fueron llevados a prisión por haberse opuesto a que algunos individuos sin escrúpulos se aprovecharan de una joven adivina, Timoteo se salvó. Cuando, luego, Pablo se vio obligado a continuar su viaje hasta Atenas, Timoteo se unió a él en esa ciudad y desde allí fue enviado a la joven Iglesia de Tesalónica para obtenr noticias y confirmarla en la fe. Luego se volvió a encontrar con el apóstol en Corinto, le llevó buenas noticias de los tesalonicenses y colaboró con él en la evangelización de aquella ciudad.

Volvemos a encontrar a Timoteo en Éfeso durante el tercer viaje misionero de Pablo. Desde allí el Apóstol probablemente escribió a Filemón y a los filipenses, y en ambas cartas Timoteo aparece también como remitente. Desde Éfeso Pablo le envió a Macedonia junto a un tal Erasto, y luego de nuevo a Corinto con el encargo de llevar una carta en la que recomendaba a los corintios que le recibieran bien. Lo volvemos a encontrar también como corredactor de la Segunda Carta a los Corintios, y cuando desde Corinto Pablo escribe la Carta a los Romanos añade, además de los saludos de los demás, también los de Timoteo. Desde Corinto el discípulo viajó a Tróada por la costa asiática del mar Egeo para esperar allí al Apóstol, qu se dirigía hacia Jerusalén al término de su tercer viaje misionero.

A partir de ese momento, de la biografía de Timoteo las fuentes antiguas solo nos ofrecen una mención en la Carta a los Hebreos, donde se lee: << Sabed que ha sido puesto en libertad nuestro hermano Timoteo, con el que os iré a ver, si viene con toda rapidez>>. Para concluir dice Benedicto XVI, podemos decir que la figura de Timoteo destaca como la de un pastor de gran relevancia. Según la posterior Historia eclesiástica de Eusebio, Timoteo fue el primer obispo de Éfeso. Algunas de sus reliquias se encuentran desde el 1239 en Italia, en la catedral de Termoli, en Molise, procedentes de Constantinopla.

TITO

... En cuanto a la figura de Tito, cuyo nombre es de origen latino, sabemos que era griego de nacimiento, es decir, pagano. Pablo le llevó consigo a Jerusalén para el concilio apostólico, en el que se aceptó solemnemente la predicación del Evangelio a los paganos, sin los condicionamientos de la ley judía. En la carta dirigida a él, el Apóstol le elogia definiéndolo como << verdadero hijo mío según nuestra fe común>>. Después de que Timoteo dejara Corinto, Pablo envió allí a Tito con el mandato de reconducir a la obediencia a aquella rebelde comunidad. Tito consiguió la paz entre la Iglesia de Corinto y el Apóstol, que se dirigió a ella en estos términos: << el Dios que consuela a los humildes nos consoló a nosotros con la llegada de Tito -y no solo con su llegada, sino también con la consolación que tuvo por nosotros-, contándonos vuestras ganas de vernos, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de forma que me alegré más... Por esto  nos hemos consolado. Y además de nuestra consolación nos alegramos mucho más por la alegría de Tito, porque su espíritu quedó tranquilizado por parte de todos vosotros>>

Pablo envió de nuevo a Tito a Corinto - a quien califica de  << compañero mío y colaborador>> -para organizar la conclusión delas colectas a favor de los cristianos de Jerusalén. Otras noticias procedentes de las Cartas Pastorales le califican de obispo de Creta, desde donde, por invitación de Pablo, se unió al Apóstol en Nicópolis, en Epiro. Después fue también a  Dalmacia. No poseemos más informaciones sobre los viajes posteriores de Tito ni sobre su muerte.

Continúa diciendo Benedicto XVI, en conclusión, si consideramos unitariamente las figuras de Timoteo y de Tito, observamos algunos datos muy significativos. El más destacado es que Pablo se sirvió de colaboradores para desarrollar sus misiones. Se convierte por ello en el Apóstol por antonomasia, fundador y pastor de muchas Iglesias.

Parece claro que no lo hacía todo solo, sino que se apoyaba en personas de su confianza que compartían sus fatigas y sus responsabilidades. El otro dato relevante tiene que ver con la disponibilidad de estos colaboradores. Las fuentes relativas a Timoteo y Tito ponen de manifiesto su rápida disposición para asumir tareas varias, que a menudo consistían en representar a Pablo incluso en situaciones nada fáciles.

En resumen, ellos nos enseñan a servir al Evangelio con generosidad, sabiendo que esto implica también un servicio a la propia Iglesia.

Recojamos, por último, la advertencia que el apóstol Pablo le hace a Tito en la carta que le dirige: << Digna de crédito es esta afirmación, y quiero que afirmes rotundamente estas cosas, para que los que han creído a Dios pongan empeño en aventajarse en buenas obras. Esto es bueno y provechoso para los hombres>>.

A través de nuestro compromiso personal debemos y podemos descubrir la verdad de estas palabras, y en este tiempo de Adviento ser también nosotros ricos en obras buenas parar abrir las puertas del mundo a Cristo, nuestro Salvador.

(Audiencia general, 13 de diciembre de 2006, Aula Paulo VI)

1 comentario:

  1. El dinamismo pascual está expresado en el libro de los Hechos de los apóstoles. La Iglesia nace de la Pascua y comienza su gran evangelización entre el mundo judío y luego con los gentiles. El Espíritu Santo va llevando adelante la tarea evangelizadora, abriendo nuevas puertas y señalando nuevos rumbos y formas. datafellows.net/las-10-habilidades-blandas-mas-solicitadas-en-el-mercado-laboral/

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