Las lágrimas de Pedro
Pintura de El Greco
¿Cuánta culpa vivimos?
¿Cuántas veces asumimos culpas propias y ajenas?
¿Cuántas veces siendo perdonados, no nos perdonamos a nosotros?
¿Cuántas veces nos piden perdón y diciendo que sí, en verdad guardamos desconfianza?
¿Cuántas veces arrastramos nuestra vida por la culpa?
Esta conmovedora pintura del momento del dolor que atraviesa a San Pedro, luego de haber negado a Jesús, me trae a mi vida, las mismas lágrimas.
Ese dolor que siente, que sentimos en nuestro corazón aún habiendo sido perdonados ya para los que no creen: por un hermano, amigo, esposo, compañero; ya por Cristo a través del sacerdote: para los que sí tenemos fe en Él como nuestro Redentor y Salvador, cuando hemos cometido una falta, o actuado mal en algún sentido.
La culpa. Vivimos cargando culpas. Y en ellas arrastramos nuestra vida. Aún siendo perdonados no podemos dejarlas atrás. Siempre aparecen presentes. Siempre les permitimos arruinen la vida que Dios quiere regalarnos. La culpa mata el amor de Dios en nosotros. No le permite obrar su salvación. No le deja que experimentemos su amor infinito.
Pero Pedro, corriendo al lado de Jesús, luego de enjugarse las lágrimas por haberlo negado y siendo perdonado, vive el gozo de esa vida nueva a la que Jesús lo lleva.
Pedro, mi querido Pedro enséñanos a dejar atrás el calvario de nuestras culpas, y vivir el gozo del perdón que el amor de Cristo nos ofrece y nos da.
Pedro, que la contemplación de tus lágrimas en la pintura de El Greco que resumen todo el dolor de haber no comprendido las palabras de Jesús aún sabiendo pero sin llegar a comprender la magnitud del Dios que tenías delante, nos atraviese también a nosotros, y podamos continuar caminando, levantando nuestros ojos hacia Él, para correr a sus brazos y llevar ese mismo amor que experimentaste en ese momento a todos los que creyentes o no aparezcan y se crucen en nuestro camino. Así sea por un instante.
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