SAN MATEO
LA VOCACIÓN DE SAN MATEO
Pintura de CARAVAGGIO
Dice Benedicto XVI en su Libro "LOS APÓSTOLES y los primeros discípulos de Cristo", respecto de San Mateo lo siguiente (Extraeremos los pasajes más ilustrativos): ..."A decir verdad, delinear su figura es casi imposible, ya que las noticias que tenemos de él son pocas y fragmentarias..... Podemos trazar un perfil, de acuerdo con lo que nos cuenta El Evangelio.
Siempre aparece en la lista de los Doce escogidos por Jesús.
Su nombre en hebreo significa: "Regalo de Dios". En el primer Evangelio canónico, que lleva su firma, aparece en la lista de los Doce con un calificativo muy concreto:<<el publicano>>. Se le describe como una persona que, sentada en su despacho de recaudador de impuestos, es llamado por Jesús para que le siga: <<"Sígueme. Se levantó y lo siguió">>. También Marcos y Lucas cuentan su llamada cuando estaba sentado en su despacho de recaudador, aunque le llaman <<Leví>>.
Para imaginar la escena descrita en Mateo 9,9 basta recordar el magnífico cuadro de Caravaggio, conservado en Roma, en la Iglesia de San Luis de los Franceses.
Pintura de Caravaggio
De los Evangelios se desprende otro detalle biográfico: en el pasaje que precede a este relato de la llamada se cuenta un milagro que realizó Jesús en Cafarnaú y se alude a que estaba cerca del mar de Galilea, es decir, el lago Tiberíades. De ello se puede deducir que Mateo ejercía su función de recaudador en Cafarnaúm, lugar <<cercano al mar>>, donde Jesús era huésped habitual en casa de Pedro.
Partiendo de estos escasos datos que se desprenden de los Evangelios, podemos avanzar un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de los íntimos a un hombre que, según las ideas en boga en el Israel de su época, era considerado un publicano pecador. Mateo, de hecho, no solo manejaba dinero, que era considerado impuro por proceder de gente ajena al pueblo de Dios, sino que colaboraba también con una autoridad extranjera odiosamente codiciosa, que además fijaba los tributos de forma arbitraria. Por estos motivos, más de una vez los Evangelios hablan unitariamente de <<publicanos y pecadores>>, de <<publicanos y prostitutas>>. Además, ven en los publicanos un ejemplo de mezquindad (cf. Mt 5,46: aman solo a quienes les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como <<jefe de publicanos y rico>>, mientras la opinión popular los asocia a los <<ladrones, injustos y adúlteros>>. Siendo esto así, hay un primer dato que llama la atención: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Todo lo contrario, precisamente mientras está a la mesa en casa de Mateo-Leví, en respuesta a alguien que se mostraba escandalizado por el hecho de que frecuentase compañías poco recomendables, pronuncia esta importante declaración: << No tienen necesidad de médico los fuertes, sino los que se encuentran mal; no vine a llamar a justos, sino a pecadores>>.
La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en esto: ¡en el ofrecimiento de la gracia de Dios al pecador!
En otro pasaje, en la célebre parábola del fariseo y del publicano llegados al templo para rezar, Jesús señala incluso a un anónimo publicano como ejemplo apreciable de humilde confianza en la misericordia divina: mientras el fariseo se jacta de su propia perfección moral, <<el publicano...ni siquiera quería levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh Dios, ten piedad de mí, el pecador!">>. Y Jesús comenta: << Os lo digo, esta bajó a su casa justificado, y aquel no; porque todo el que se eleva será rebajado, pero el que se rebaja será elevado".
En la figura de Mateo, por tanto, los Evangelios nos proponen una verdadera y propia paradoja: quien está aparentemente más alejado de la santidad puede convertirse en un modelo de acogida de la misericordia de Dios y hacer ver sus maravillosos efectos en su propia existencia. En relación con esto, san Juan Crisóstomo hace un apunte significativo: observa que únicamente se alude a la ocupación en la narración de algunas pocas vocaciones. Pedro, Andrés, Santiago y Juan son llamados mientras están pescando, y Mateo mientras se encuentra recaudando impuestos. Se trata de trabajos de poca monta -comenta Crisóstomo- <<ya que no hay nada más detestable que la gabela ni nada más común que la pesca>>. La llamada de Jesús llega también a personas de bajo rango social, mientras están dedicadas a su trabajo diario.
Otra reflexión que se desprende del relato evangélico es que, tras la llamada de Jesús, Mateo responde de inmediato: <<Se levantó y lo siguió>>. La concisión de la frase pone en evidencia la prontitud de Mateo en responder a la llamada. Para él esto suponía el abandono de todo, principalmente de aquello que le garantizaba una fuente segura de ingresos, aunque en ocasiones fuera injusta y deshonrosa. Evidentemente, Mateo entendió que la familiaridad con Jesús no le permitía continuar con actividades desaprobadas por Dios. Es fácil de intuir la aplicación de esto en el presente: tampoco hoy es admisible el apego a cosas incompatibles con la llamada de Jesús, como las riquezas inmorales. Un día Él llegó a decir, sin términos medios: <<Si quieres ser perfecto, vete a vender tus bienes y da el importe a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos; y vuelve aquí y sígueme>>.
Eso es precisamente lo que hizo Mateo: ¡se levantó y le siguió!. En este <<levantarse>> es legítimo leer el distanciamiento de una situación de pecado y a la vez la adhesión consciente a una existencia nueva, correcta, en comunión con Jesús.
Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua está de acuerdo en atribuir a Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto fue así a partir de Papías, obispo de Hierápolis, en Frigia, en torno al año 130. Él escribe: << Mateo recogió las palabras (del Señor) en lengua hebrea, y cada uno las interpretó como pudo>> (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39,16). El historiador Eusebio añade esta noticia:<< Mateo, que primero había predicado entre los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos escribió el Evangelio anunciado por él en su lengua materna; así intentó restituir con lo escrito, a la gente de la que se separaba, lo que perdían con su partida>> (ibíd. III, 24,6).
No se conserva el Evangelio escrito por Mateo en hebreo o en arameo, pero en el Evangelio griego, que sí tenemos, seguimos escuchando todavía, de algún modo, la voz persuasiva del publicano Mateo. Él, convertido en apóstol, sigue anunciándonos la salvadora misericordia de Dios.
Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo una y otra vez para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión."
(Audiencia general, 30 de agosto de 2006, Aula Pablo VI)
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